domingo, 28 de septiembre de 2008

CUARTA CRUZADA

El 25 de abril de 1203 el príncipe Alejo, futuro Alejo IV, se presentó en la corte de Emerico, donde acampaban los cruzados, y propuso que la expedición se desviase a Constantinopla y le apoyase en sus aspiraciones para ser nombrado Emperador de Oriente. a cambio de ello prometió el pago de la deuda contraída por los cruzados, añadir a la cruzada 10.000 hombres a la vez que fondos y provisiones para emprender la conquista de Egipto.

Como consecuencia de este encuentro, los venecianos ocuparon Dirraquio (la actual Durres) en nombre del prícipe Alejo y se trasladaron a la isla de Corfú, donde arribaron en Pentecostés.

El emperador Alejo III no había tomado ninguna medida para rechazar a los cruzados. El pueblo se amotinó al saber que los cruzados habían ocupado la ciudad de Zafra y Dirraquio y se produjo una matanza de los ocidentales, en especial italianos, que habitaban Constantinopla.

El 25 de mayo partió la cruzada hacia la capital de Bizancio y tras cruzar el Egeo, el Bósforo y los Dardanelos, los cruzados ocuparon Scutari (la ctual Usküdar) frente a Constantinopla, estableciendo allí su base para las operaciones posteriores, que se iniciaron el 27 de junio de 1203.

PRIMER ASALTO A CONSTANTINOPLA.

Al saber del desembarco, Alejo III agrupó apresuradamente todos los medios disponibles, llamando a la capital a todas las fuerzas establecidas en las provincias inmediatas. De esta forma llegó a contar con un ejército superior al de los cruzados, que eran unos 40.000.

El 1 de julio, cerca de Damatris, en Bitinia, el almirante Estrifno se retiró al enfrentarse a un destacamento francés, aunque sus fuerzas eran superiores, este hecho animó a los cruzados y les dotó de un sentimiento de superioridad sobre los soldados bizantinos.

Al día siguiente, 6 de junio, Enrico Dándolo forzó con la flota veneciana la entrada en el Cuerno de Oro a la vez que el francés Pedro de Bracheuil tomaba la torre que defendía el puerto junto a Galata. Al día siguiente se iniciaron los preparativos para asaltar la ciudad.

Los cruzados comenzaron el ataque el 11 de julio cruzando el Cuerno de Oro por el puente de Barbiso y estableciéndose frente a los baluartes de la muralla que defendían el palacio de las Blanquernas. A su vez, la flota se posicionó frente a las fortificaciones costeras del palacio.

Al día siguiente se inició el asalto, a pesar de las salidas de las fuerzas imperiales los francos consiguieron abrir una brecha en la muralla y los cruzados reforzaron sus ataques por tierra y mar a los que resistieron las unidades bizantinas, compuestas en su mayoría por mercenarios anglosajones, daneses y genoveses.

Por fin Alejo III se puso al frente de una gran salida, algo que no dejaba de ser una demostración, que terminó en un gran fracaso que obligó a los constantinopolitanos a retirarse a los jardines de Filopatro.

Los venecianos, a las órdenes de Enrico Dándolo, consiguieron tomar un lienzo de la muralla con 25 torres. Pero no consiguieron entrar en el interior de la ciudad. Para evitar cualquier contrataque los venecianos prendieron fuego a las casas colindantes originando un incendio que es extendió desde la eminencia de las Blanquernas hasta la iglesia de Santa Ervegetis y penetró en el barrio de Deuterón. Ante la retirada de los franceses los venecianos optaron por auxiliarlos en vez de continuar el asalto a la ciudad.

Ante la creciente irritación del pueblo y la falta de apoyo de los hombres más importantes, Alejo III decidió huir con su hija durante la noche, refugiándose en Devllos, Tracia.

LOS NUEVOS EMPERADORES.

Al saber de la fuga del emperador, Constantino, tesorero del imperio, se aseguró la fidelidad de la Guardia Imperial, prendió a la empreatriz Eufrosina y a sus partidarios, liberó al ex-emperador Isaac II Angelo y lo restauró en el trono el 18 de julio tras hacer suyos los compromisos adquiridos por su hijo Alejo.

El primero de agosto Alejo IV fue coronado co-emperador y pronto se hicieron evidentes las dificultades materiales y morales para satisfacer el compromiso de Zafra. El sentimiento de humillación que este pacto provocaba y la negativa a someterse al Papa de Roma daban forma al impedimento moral. Pero era aún el impedimento material, la autoridad de Alejo IV estaba limitaba a la ciudad de Constantinopla, no podía obtenerse ningún tributo fuera de la misma, sólo pudo reunirse la mitad de lo prometido (unos 100.000 marcos de plata). Ni Isaac, ni su hijo Alejo, estaban a la altura de la situación y, además, comenzaron a surgir desavenencias entre ellos.

Fueron los cruzados los que habían elevado a Alejo IV y eran los que le mantenían en el poder, una sección capitaneada por pedro de Bracheuil guardaba el palacio y protegía su persona después que los cruzados evacuaran la capital y acamparan cerca de Galata y el barrio judío a orillas del Bósforo. De esta forma se evitaban colisiones con los bizantinos. La escuadra veneciana había echado anclas frente a Pera.

El 25 de agosto de 1203 el emperador Alejo IV envió a Roma su profesión de fe católica indiciendo al patriarca Canateros a reconocer el primado de Roma. Pero al emperador le urgía que su autoridad fuese reconocidaen las provincias (al menos las limítrofes) antes de que la cruzada abandonase el país. De nuevo con promesas de grandes recompensas indujo Alejo IV a gran parte de los cruzados, entre ellos el marqués de Montferrato, a prestar su auxilio para someter a las provincias inmediatas. Así recorrieron Tracia en dirección noroeste hasta la frotera búlgara, sometiendo a un gran número de ciudades y castillos y rechazádo a Alejo III hasta Mosinópolis.

El 19 de agosto los flamencos que formaban parte de la cruzada quemaron la mezquita de Constantinopla (fruto de la mistad entre Isaac y Saladino). Viéndose acosados al acudor los ciudadanos en auxilio de los musulmanes. Los flamencos prendieron fuego a las inmediaciones de la mezquira, provocando un nuevo incendio que duró dos días y redujo a cenizas la parte de la ciudad comprendida entre el puerto en el mar de Mármara, la iglesia de Santa Irene y Santa Sofía hasta la playa de Perona, de donde se partía a Galata.

Estos hechos hicieron que día tras día aumentase el antagonismo entre bizantinos y cruzados. Con esta nada deseable situación se encontró Alejo IV al regresar de su campaña. Isaac II se había limitado, a pesar de todas estas calamidades y manteniendo su empeño y rigor, a reunir la cantidad convenida para pagar a los cruzados, lo que aún había exacerbado más los ánimos de sus súbditos.

A pesar de estas medidas era imposible el pago de los 200.000 marcos convenidos y cumplir la promesa de sumisión de la Iglesia Griega al Potifice de Roma, de lo que Alejo IV fue pronto consciente e inició una política consistente en esquivar a los jefes cruzados.

El dux de Venecia , harto de ser continuamente burlado, declaró la guerra a finales de noviembre sin tener en cuenta ninguna consideración. Pero la situación de los cruzados no era buena, la dureza del invierno hizo que éstos desvastaran haciendas y forrajeasen en cualquier lugar donde pudiesen obtener víveres.

En medio de esta situaciónsurgió la figura de Alejo Ducas “Marzuflo”, hombre enérgico, valiente y popular que organizó un movimiento de defensa, echando mano de los escasos recursos que quedaban al imperio, ante la ineptitud e indolencia de Alejo IV.

Pero los brulotes que arrojó contra los buques venecianos resultaron inútiles, debido a la vigilancia y acctividad de los hombres de Enrico Dándolo y las salidas que realizó se estrellaron contra la pericia de los cruzados del Marqués de Monferrato. No obstante la moral de los bizantinos mejoró y la situación de los cruzados fue más precaria.

El 25 de enero de 1204 la multitud se congregó en Santa Sofía y convocó al Consejo de Estado, al alto clero y a los magistrados superiores. En la reunión se solicitó la destitución de los Angelos y el nombramiento de un nuevo emperador. Entre los propuestos no figuraba Alejo Ducas por estar emparentado con los Angelos.

El 28 de enero Nicolás Cabanos se prestó a ser emperador. La reacción de Alejo IV fue envíar a Ducas “Marzuflo” a visitar al Marqués de Montferraro y proponer la entrega del palacion de las Blanquernas, la llave de la capital. Aceptaron los franceses, pero al llegar a ocuparlo se encontraron con las puertas cerradas y se vieron forzados a regresar a su campamento. Alejo Ducas “Murzuflo” se había negado a entregar la ciudad, se había asegurado el apoyo de los 15.000 varangos de la guardia imperial y encadenado a Alejo IV, que murió estrangulado. El emperador Isaac II murió de la impresión que le causaron los sucesos.

SEGUNDO ASALTO A CONSTANTINOPLA.

El 5 de febrero de 1204 Alejo Ducas fue coronado emprerador con el nombre de Alejo V. A pesar de la falta de recursos restauró las defensas; instruyó a los hombres disponibles; reforzó las baterías del puerto; suplió la falta de fondos confiscando los bienes de los altos funcionarios del ramo de hacienda, recaudadores y contratistas; y obligó a los occidentales que todavía quedaban en la ciudad a salir de la misma pera evitar traiciones e informaciones.

Tras algunos encuentros con destacamentos cruzados que fueron enviados a forrajear, en que salieron victoriosas las tropas de Bizancio, Alejo V intentó un golpe mayor contra un destacamento de 1000 soldados mandados por el Enrique de Flaces, Conde de Angré, que habían ido a forrajear a principios de febrero a Filea, en el mar Negro y aunas diez leguas de Constantinopla, y regresaban con un gran tren de provisiones. A pesar de la superioridad numérica Alejo V fue rechazado y el paladín del imperio cayó en manos de los cruzados. Alejo se limitóa en adelante a la defensa resignándose al amparo de las murallas de la ciudad.

A primeros de mayo de 1204 los jefes de la cruzada, el Marqués de Monferrato, el conde Balduino de Flandes, el dux y dos magnates franceses acordaron el reparto del imperio a la vez que se impulsaba la fabricación de armas de asalto. El convenio al que se llegó constaba de doce artículos que fijaban el reparto del botín y la recompensa que debía de obtener la república de Venercia, que había aseguró su supremacía política y mercantil en los territorios de Bizancio, dado que se confirmaron todos los privilegios recibidos por emperadores anteriores. Se estipuló que el nuevo empreador recibiría como patrimonio la cuarta parte del territorio del imperio y los palacios de Blanquernas y Bucoleón, el resto se repartiría a partes iguales entre venecianos y cruzados.

Al clero y las iglesias se prometían abundantes dotaciones, pero las propiedades de las iglesias griegas tenían que ser secularizadas.

Doce hombres de la confianza de los venecianos y otros doce de los cruzados formarían la comisión encargada de repartir los territorios , que debían dividirse en feudos y en el que los venecianos pidieron para sí todas las plazas donde habían estado autorizados a establecer factorías.

Una vez completada la conquista, la escuadra y el ejército permanecerían unidos un año para consolidar el nuevo estado de las cosas.

El 8 de abril de 1204 la escuadra veneciana condujo a los cruzados desde Pera al Cuerno de Oro, a un punto inmediato a las Blanquernas. En la madrugada del 9 de abril los cruzados iniciaron el asalto a este palacio siendo rechazados.

El 12 de abril se reanudó el ataque; esta vez con la ayuda de los buques, que iban unidos de dos en dos por cadenas. Los bizantinos se mantuvieron firmes, pero pasado el medio día un fuerte viento del norte llevó a los barcos venecianos Peregrina y Paraíso tan cerca de la torre Vigotti en el barrio de San Pedro que los tripulantes del primer buque pudieron arrimar las escalas de asalto y plantar las banderas tras una encarnizada lucha. Pedro de Brachueil, que mandaba la segunda nave, tomó la torre inmediata; a su vez Pedro de Amiens consiguió forzar con diez caballeros y sesenta escuderos un postigo practicado en la muralla y penetrar en la ciudad. No tardaron los cruzados en forzar tres puertas de la muralla por donde pudieron entrar los franceses a caballo. Alejo V dirigió un cuerpo de reserva desde una eminencia cercana al convento de Pantepoplos (hoy mezquita de Fetiyé) contra las fuerzas de Pedro de Brachueil, que fue auxiliado por una carga de caballería francesa que anuló el contraataque. Una parte de los bizantinos huyeron a las Blanquernas y el grueso se retiró al palacio de Bucoleón, junto al Bósforo.
Los franceses tomaron efectivamente las Blanquernas, pero no quisieron progresar por la noche, por esose reuniron cerca de los edificios que habían tomado en las proximidades de donde hoy está la mezquita de Kilisé y, para evitar una sorpresa, incendiaron las casas inmediatas. Este incendio, el tercero en un corto periodo de tiempo, redujo a cenizas la parte de la ciudad que hay entre el convento de Ervegettes y el Almirantazgo (un autor francés, testigo ocular, declaró que los tres incendios destruyeron tantas casas como existían entonces en las tres ciudades más grandes de Francia). No pudo haber reacción por parte de los bizantinos y Alejo V dio la ciudad por perdida, salió del palacio de Bucoleón, embarcó y huyó.

El mismo día 12 fue elegido emperador Teodoro Lascaris, pero no se podía esperar nada de la resistencia armada. Las tropas bizantinas desmoralizadas por años de revoluciones, mercenarias en su mayoría, empezaron a calcular las ventajas que reportaba el cambio de gobierno y a qué precio vender su apoyo. No pudo contar con ellos Lascaris.

Al amanecer del 13 de abril los cruzados alemanes avanzaron hacia Santa Sofía. No hubo para Lascaris otra salida que huir. Las tropas mercenarias entregaron las armas y quedaron en libertad, el Marqués de Monferrato ocupó el palacio de Bucoleón;en el de las Blanquernas se instaló Enrique de Flandes.

EL SAQUEO DE CONSTANTINOPLA.

Desde entonces ya no hubo medio de contener a los cruzados, que despreciando las órdenes y sedientos de botín se lanzaron sobre la ciudad. Al furor e instinto de los rudos cruzados se sumó el fanatismo y odio que sentían hacia los cismáticos griegos. Además soldados y marineros sabían que sus señores se quedarían con la mayor parte de las riquezas y se apresuraron al saqueo de la ciudad.

Enrico Dandolo pudo salvar, a duras penas, los vasos sagrados de la basílica, que donó a la iglesia de San Marcos, y los caballos de bronce de Lisipo, que tomó del hipódromo. Y que también envió a Venecia. Se dijo que los venecianos saqueaban y sólo pensaban en adquirir dinero; que los franceses hacían escarnio de todo, profanando y deshonrando personas y cosas; y que los alemanes encontraban su mayor placer en comer, emborracharse y destruir. Costó mucho restablecer el orden y sólo gracias a un eclipese, acaecido el 16 de abril, obedecieron a sus jefes, que comprendían la necesidad de establecer un nuevo emperador.

EL REPARTO DEL IMPERIO.

Enrico Dandolo fue el mayor escollo, dado que pretendía que el nuevo emperador fuese de su agrado. El más indicado era el Marques de Monferrato, pariente de los Angelos y los Commenos, y casado con la empratriz Margarita, resultando padrastro de manuel, hijo de Isaac II. Pero fue vetado por el dux. Los venecianos creían que no convenía a sus intereses un empreador enérgico, hábil y, para colmo, amigo de los Hohenstaufen que ocupaban el trono de Alemania.

Por los mismos motivos se opuso Dandolo a la elección de Enrique de Flandes. Finalmente consintió en coronar al hermano de este último, Balduino, que fue elegido el 9 de mayo y coronado en Santa Sofía el 16.

Bonifacio de Monferrato fue nombrado primer magnate, había conseguido la isla de Creta y la promesa del señorío de las tierras asiáticas que fueran conquistadas, pero cambió esta etérea posesión por las tierras griegas de Salónica, donde estableció la capital de su reino, dependiente del recién creado Imperio Romano.

Los venecianos, contraviniendo lo pactado, nombraron trece canónigos que eligieron al nuevo patriarca católico y romano a su compatriota Tomás Morosini, más tarde consagrado obispo de Constantinopla por el Papa Inocencio III. Con ello quedaba borrado del mapa el imperio bizantino y condenada la Iglesia Cismática.

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